HIBERNANDO
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No había señales del oso. Se habría metido en su establo para volver a hibernar. Se quedó fuera, escuchando. El río borbotaba entre los juncos y las piedras. Las ramas crujían y se rozaban. Las patas de las aves hacían crepitar las hojas secas. Quizá también el oso resoplaba y roncaba en su casa. (Oso, Cap. VII, p. 54)