LOBARIA
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Los líquenes brotan, dibujando formas caprichosas. Rugosidades venosas dan paso a burbujas delicadas; los tallos se convierten en dientes y platos; litorales abruptos estallan contra pabellones escarpados creando ondulaciones atravesadas de grietas. Son una fuerza geológica que no sólo disuelve los rasgos del mundo, sino que origina nuevos ecosistemas. Los minerales almacenados en nuestro cuerpo pasaron en algún momento a través de un líquen. Ya sea sobre los bordes de una carretera o granito en la Antártida, habitan la fina línea que separa la vida de la muerte. Hay quien los usa por sus propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. O para cambiar el estado de ánimo, como en el caso de este pendiente.
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