Rodeado de una blanca toga que deja entrever su torso atlético, un joven Baco nos entrega con la mano izquierda una copa mientras sostiene con la otra la cinta que evita su desnudez total. Un lazo que Caravaggio sitúa en primer plano y contrasta con la palidez del dios. Este pendiente es nuestro homenaje a un accesorio que ha permanecido durante siglos en nuestra vida cotidiana por su valor funcional y estético. En este caso, partiendo de una fornitura dorada con una pequeña gota en plexiglás burdeos sobre el que cuelga el propio lazo, generando con ello un delicado movimiento que endulzará tu rostro sin perder la fuerza propia de una creación de estilo clásico.