Nada por aquí...

Voynich

2020
¿Voynich? ¿Qué es el Voynich?

El manuscrito más desconcertante y enigmático del mundo. Tan raro es que ni las mayores mentes de la criptografía ni la lingüística han logrado descifrarlo aún. ¡Y llevan 600 años intentándolo! ¿Por qué, ni siquiera hoy, con la ayuda de la inteligencia artificial, podemos leer ni una sola palabra? ¿Se tratará de una broma? ¿De las alucinaciones de un visionario? ¿Del engaño perpetrado por un genio? ¿Procederá de esta Tierra? ¿De otro planeta?

Y es que el libro es un quebradero de cabeza. Para empezar, no se sabe quién lo escribió ni con qué intención. Tampoco identificamos su idioma. Ni su alfabeto. Y el título de Voynich proviene del librero lituano que lo descubrió en 1912. Por no saber, no sabemos ni qué significa. Por sus 234 páginas desfilan ilustraciones sin aparente sentido: posibles constelaciones del zodíaco y mandalas surrealistas, mapas de lugares ignotos, mujeres desnudas emergiendo de cisternas conectadas a tuberías o atadas a estrellas, plantas imaginarias, remedios medicinales… ¡y lo que parece el plano de una alcantarilla!

Pero el misterio no acaba aquí, porque a los incomprensibles dibujos, algo infantiles y rudimentarios, les acompañan unas 30.000 letras, todas ellas en minúscula, sin signos de puntuación y en caligrafía regular. Aunque decimos letras por decir algo, claro, porque esos símbolos que forman supuestas palabras no se asemejan a los utilizados jamás por ningún ser humano. Hay quien lo relaciona con variantes del sánscrito, del gaglolítico, del rongorongo o con dialectos extintos del nahúati; otros con un experimento similar al esperanto, o con un lenguaje encriptado. ¡Incluso la propia CIA ha intentado descifrar su contenido en vano!

¿Qué será el Manuscrito Voynich? ¿Un manual de botánica inventado? ¿Un tratado cosmológico? ¿Una obra esotérica? ¿Un código élfico? ¿Un libro cabalístico? ¿Un catálogo de pócimas? ¿Una solución anticonceptiva para mujeres medievales? ¿El diario de un extraterreste acaso? ¿Qué ocultarán sus páginas?

Ante tanta incertidumbre, ¿qué podíamos hacer? Pues lo de siempre en estos casos: sumergirnos en nuestra piscina de bolas para sacar algo en claro. Y la cosa funcionó. ¡Vaya si funcionó! Porque al parecer desembocamos, a través de un agujero de gusano oculto en el fondo, en otra dimensión. ¿Dónde estábamos? ¿Sería el mundo del Voynich? Lo que poco antes eran ilustraciones inverosímiles cobraban vida ahora ante nosotros. Allí estaban sus plantas inclasificables, las mujeres de las cisternas correteando sonrientes, las estrellas ocupando un lugar preciso en el cielo. ¡Incluso hablábamos en un voynichés fluido!

¿Qué había pasado? ¿Habíamos acabado de un plumazo con todos los interrogantes? ¿Quedaba definitivamente el enigma resuelto? Una última duda nos asaltaba: ¿por qué habíamos aparecido allí? ¿Con qué motivo? ¿Sería para presenciar en vivo nuestra próxima colección? ¡La simple posibilidad era fascinante! De ser así, convertiríamos los astros y espirales de su firmamento en alucinantes pendientes, collares y coronas. Las plantas en exuberantes accesorios, y los accesorios en el secreto del manuscrito finalmente revelado. Y, todo ello, con colores frescos, ¡más frescos y mágicos que nunca! El rojo, el rosa, el azul, el dorado y el blanco, escogidos uno a uno con mimo, cargados de alma y energía.

Mientras, el Voynich sigue dormitando en las estanterías de la Biblioteca Beinecke a la espera de que alguien desvele su misterio. ¿Será por qué no se han colgado nuestras piezas?