Nada por aquí...

El lazo

2025
Piezas que respiran. Hechas de luz y tiempo.

Todo empieza en el gesto. En esa leve torsión de la materia que conecta dos extremos y dibuja en el centro un aire de misterio. En el deseo de unir lo que tiende a separarse y dar a la fragilidad una estructura. En vencer la distancia. Anular el vacío. Para alcanzar al fin ese espacio, ese punto exacto en que la mano logra imponer su dominio.

Pocos accesorios se han revelado a lo largo de la historia más elocuentes que el lazo: en Olimpia nos desafía; en Fragonard corteja; en María Antonieta ordena; en la niña de Harrington Mann aquieta; en Velázquez embruja; en Degas concentra. Siempre el mismo pero siempre distinto, equilibrio sutil entre el ornamento ligero y la declaración de principios.

En la serie que aquí presentamos el lazo deviene cuerpo. Adopta volumen. Movimiento. Brillo. Sus materiales -marrones, fucsias, dorados- palpitan rememorando su origen en la tela. Reverberan en el gesto que les dio la vida. Las fornituras bañadas en oro sostienen su cadencia, como un latido que no cesa. Son piezas que respiran, que despliegan toda su naturaleza en la doblez. Hechas de luz y tiempo. De historia. Ademanes pretéritos detenidos en nuestro aquí y ahora.

Pendientes y collares que no sujetan, sino que acompañan.

Que no decoran, sino que manifiestan.

Pequeñas esculturas móviles que celebran, en su íntimo balanceo, la dicha del reencuentro.