A TIENTAS
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Lou se detuvo y esperó a que la vista se adaptase a la oscuridad para distinguir aquella forma oscura. Él se acercó despacio, la cabeza más baja que el pescuezo, mirándola con timidez. Cuando la cadena no le permitió avanzar más, se sentó sobre las ancas y gruñó como un cerdo. (Oso, Cap. VI, p. 49)