GOTA A GOTA
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Cuando no había barcas, Lou nadaba con el oso; nadaba durante horas, salpicando y pescando para él bonitas piedras que el oso aceptaba muy serio y se acercaba después a los ojos miopes. Ya en la orilla, él le arrojaba piñas. Lou encontró una pelota. Se sentaron en la hierba y se la pasaron rodando, con suma seriedad, durante lo que parecieron horas y horas. (Oso, Cap. XIX, p. 143).