LLAMAS
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El fuego resplandecía. El oso dormía resollando; de vez en cuando guiñaba el ojo más próximo a las llamas. Lou fue entrando en calor, se quitó los zapatos y se descubrió frotando los pies descalzos en el pelaje suave y espeso del oso, explorándolo con los dedos, descubriendo más y más profundidades. (Oso, Cap. VIII, p. 67)