LUCES
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Esa noche subió a la biblioteca con un trapo y limpió los tinteros de cristal, los portaplumas y los globos amarillentos. Forcejeó con el telescopio hasta ver los confines del río desierto en la tenue luz. Luego encendió las velas e inició la imperiosa tarea de imponer un orden numérico a una estructura interna concebida personalmente por un mente que los números le ayudarían a descubrir. (Oso, Cap. VI, p. 48)