PALABRA ENCADENADA
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Descubrió que si le daba la espalda al oso no podía escribir a máquina: se equivocaba continuamente. Así que se sirvió una copa, cogió un libro y se sentó en el sofá a su lado, recordando la advertencia de Homer: “A fin de cuentas es un animal salvaje”. (Oso, Cap. VIII, p. 66)