LA ESPIGA
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Así habló y no desobedeció la diosa los mensajes de Zeus. Rápidamente se lanzó desde las cumbres del Olimpo y llegó a Rario, ubre fecunda de la tierra antaño, pero entonces no fecunda en absoluto, sino que permanecía estéril y totalmente yerma. Pues ocultaba la blanca cebada, según los designios de Deméter de hermosos tobillos. Mas luego iba pronto a crecerle una cabellera de alargadas espigas, al ir avanzando la primavera y a cargarse en la llanura los pingües surcos de espigas que quedarían atadas con vencejos. Allí fue donde vino a dar primero desde el límpido éter.
(Himno a Deméter, 448-457)