MEMORIA
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Los glaciares son archivos del pasado, verdaderas bibliotecas a cielo abierto. Sus cristales de hielo ocultan riquezas infinitas: estratos de polvo, burbujas de gas, isótopos de oxígeno. Algunas “extracciones de testigo” de casquetes glaciares de la Antártida arrojan dataciones químicas de más de ochocientos mil años de edad. Las muestras obtenidas mediante grandes tubos metálicos contienen testimonios de hechos sucedidos en la antigüedad. La comunidad científica los data con una escala geológica: tal erupción volcánica se produjo hace tantos millones de años, las nubes tenían tal temperatura en el momento en que cayeron los primeros copos de nieve, que luego cristalizaron. De modo que el cielo está en el hielo. Razón por la cual la desaparición progresiva de las superficies glaciares vuelve a la humanidad cada día un poco más amnésica. Perdemos nuestra propia memoria. De ahí que borremos el presente ante nuestros ojos.
(Pensar como un iceberg, p. 169)