Nada por aquí...

EL CONEJO

60,00 

—¡Qué barbaridad! ¡Llegaré tardísimo!

(Al pensar de nuevo en ello más tarde, se dio cuenta de que eso tendría que haberla asombrado, pero en aquel momento le pareció muy natural.) De todos modos, cuando el Conejo sacó un reloj del bolsillo de su chaleco, miró la hora y luego se alejó a toda prisa, Alicia se incorporó de un salto, pues cayó en la cuenta de que nunca había visto un conejo que llevara chaleco ni reloj que pudiera sacar del bolsillo y, ardiendo de curiosidad, lo siguió corriendo por el prado y llegó justo a tiempo para verlo desaparecer por una gran madriguera situada bajo un seto.

(Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas, capítulo I)

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