CRUJIDOS
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Los glaciares saludan a su público con melodías de icebergs. Son muestras de simpatía que envían a sus huéspedes. Por ruidoso e intimidante que sea, el nacimiento de un témpano de hielo es una declaración de hospitalidad, una autorización a permanecer en su territorio, como una entrada excepcional a un recinto de acceso limitado. Al iniciar su sinfonía, la orquesta de los gigantes ruega a sus invitados que entablen conversación. Los glaciares tienen una firma sonora visible: el llanto de los icebergs que caen al agua son sus “voces visuales”.
(Pensar como un iceberg, pp. 113-114)