NATURALEZA DE NOCHE
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Esa noche, echada a su lado, se sintió una criatura de pecho, una niña, una inocente. Los juncos se rozaban y le cantaban una canción. Envuelta en el pelaje del oso, se sentía arropaba en una cesta. Olía el musgo y las limpias flores. Los guijarros resplandecían bajo las aguas nocturnas con una belleza que tenía valor propio, no el de un joyero. (Oso, Cap. XXII, p. 165)