ROSA DEL DESIERTO
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Trato de imaginar de dónde viene que las rosas del desierto se llamen rosas, cuando son lo contrario de una flor, aunque sea de piedra. Poco importa que hayan prescindido de toda flexibilidad e incluso del fluir entre los dedos de los granos brillantes que las componen y que al menos tenían, como el agua, la propiedad del color.
(R. CAILLOIS, Piedras, p. 179)
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