ESCONDITE
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El hielo induce una relación física, un nexo sensible, un cuerpo a cuerpo. Los autóctonos viven con ello, en una relación de proximidad permanente. Cuando interactúan con los glaciares, nunca se burlan de las escalas. Pero a veces creen andar sobre las nubes. No hay fondo ni superficie, ni plano. Experimentan la realidad carnal del contacto con su medio. Todos sus sentidos están al acecho. De repente, se muestra el animal cubierto bajo el manto de nieve, muy cerca de ellos. El glaciar de la montaña es la guarida de un oso legendario o el escondite de una serpiente inmensa.
(Pensar como un iceberg, pp. 164-165)
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