Rogelia fondea con parsimonia los pantanos de Sudáfrica. Su figura prehistórica le delata: es un picozapato. Se queda horas observando el entorno, con su inconfundible pico pegado al pecho. Si algo comestible se le pone a tiro, adelanta el cuello y lo captura. Luego se endereza, con algunas maniobras lo engulle y vuelve su mirada al mismo punto fijo. Cuando se cansa, echa una cabezadita. Los días en que amanece con suficiente energía, emprende el vuelo de un salto e inicia una serie de pesados aleteos hasta que encuentra una corriente favorable que le permita planear sin esfuerzo. Y, cuando la corriente desciende, se queda, con su pico pegado al pecho, una larga temporada.