Wonderland

Bienvenida a Alicia en el país de las maravillas (1865), el clásico de Lewis Carroll en el que las leyes conocidas no funcionan y todo tiene su lógica particular. Un universo imposible en el que el tiempo se detiene, los objetos desaparecen y las causas y los efectos se invierten. Donde las palabras carecen de significado fijo, abonado a los diálogos absurdos, los equívocos, los rompecabezas irresolubles. Un territorio onírico con tantos símbolos como insólitos personajes lo habitan: duquesas que viven entre pimienta, reinas obsesionadas con cortar cabezas, patos resabiados y círculos de dodos. «No puedes evitar andar entre locos», admite el siempre sonriente Gato de Cheshire: «estamos todos locos aquí». ¿O acaso alguien ha jugado al cróquet con flamencos como palos y erizos como pelotas?

Concebida en un misterioso paseo por el Támesis, la obra ha inspirado películas mudas y sonoras, dibujos animados y mangas, musicales y ballets, recreaciones de Balthus y Dalí, de Joyce y Nabokov. Y, desde ahora, esta deslumbrante colección de accesorios en la que no dejamos naipe sin marcar, taza de té sin servir, gran huevo sin romper ni sopa de Falsa Tortuga sin sorber. Y lo hacemos sobre una paleta de colores pastel -¡que no los pasteles del Sombrerero Loco!- basada en principios de colorimetría para realzar los distintos tonos de piel y combinada con sobrios y elegantes espejos ahumados sobre formas orgánicas, cuyo calculado movimiento responde a un estudio previo de la morfología facial para favorecer las facciones, el cuello y el pelo. Y en la que incluimos, por primera vez, una selección de materiales mate finalizados con las habituales fornituras bañadas en oro, además de piezas metálicas que sirven de soporte para pendientes multifuncionales a los que añadir o quitar piezas, en un renovado guiño al espíritu lúdico que impregna la desbordante fantasía de Carroll.